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Se suele entender por vocación religiosa a la llamada de Dios o vocación personal que determinados fieles descubren y luego sigue de manera generosa en un sistema de vida basado en los llamados consejos evangélicos.
Estrictamente hablando los consejos evangélicos, que la tradición centro en tres actitudes, convertidas en compromisos votales (pobreza, castidad y obediencia) fueron invitación de Jesús para todos sus seguidores. Pero determinados cristianos eligieron sistemas de vida de especial tendencia a la perfección o a la práctica evangélica.
Vocación religiosa es la llamada a seguir algunos de esos sistemas de vida, que van desde la soledad de los eremitas o la solidaridad de los cenobitas, hasta los sistemas monacales de oriente (Regla de S. Basilio) o de Occidente (Reglas de S. Benito, de S. Agustín) y de toda la pléyade de sistemas "regulares que siguieron: solitarios, canónigos regulares, mendicantes, comunidades sacerdotales, institutos laicales, sociedades de vida común, institutos seculares. Estos estilos o sistemas y sus paralelos femeninos en la mayor parte de los estilos reclaman una vocación singular en donde, además de la vida cristiana basada en los consejos evangélicos, se añade las consecuencias del carisma d cada familia religiosa: misiones, sanidad, asistencia, educación, penitencia, adoración, atenciones pastorales, etc.
La vocación religiosa supone una fe en la Providencia, intuyendo que es Dios quien llama y no las simples circunstancias terrenas. Pero implica también una actitud firme de compromiso, una fidelidad a prueba de desmayos o desánimos y, sobre todo, una "renuncia al mundo" lo que significa a la propia familia, a libre decisión, a las posesiones y riquezas.
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